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Directo al corazón "La escuela de las emociones"

Dicen que educar es mostrar la vida a quien no la ha vivido.
Es una gran responsabilidad guiar a seres tan pequeños para hacer su mundo interior rico en alegría, fantasía, misterio e imaginación. Todo ello aderezado de creatividad, sueños y sensibilidad. Una maravillosa aventura en la que la educación juega un papel fundamental.

Educar habilidades y sensibilidades será nuestra principal misión. Sin la educación de las sensibilidades, todas la habilidades se tornan sin sentido. Y...¡qué decir de las emociones! Las emociones nos mantienen vivos.
El cerebro emocional (sistema límbico) ilumina nuestro camino en la vida. Es el hogar de las emociones y su ventana es la curiosidad, y está abierta al conocimiento. A través de esa ventana el niño presta atención a aquello que le interesa y va creando un universo de nuevas sensaciones.

Una de las tareas de la educación es enseñar a ver. Los niños tienen los ojos encantados y ven la belleza del mundo y sus pequeñas cosas, sin contaminación alguna, de forma natural.

Para ellos todo es maravilloso, ya sea el vuelo de una mariposa o el recorrido de un caracol.
Su dimensión del tiempo es relajada y ven más allá de meros conceptos y clasificaciones. Comprenden la realidad que representa una palabra. Palabras que cobran sentido si les ayudan a ver mejor el mundo.

Pero el acto de ver no es algo natural y necesita ser aprendido. Al abrir los ojos abrimos las ventanas de nuestro cuerpo y en ellas vemos reflejado nuestro alrededor. 
Esos “ojos” para cada cual pueden ser un “sentido” diferente, según sus posibilidades o limitaciones, pero de igual manera abrirá sus ventanas a un mundo en el que todos debemos aprender a ser felices y tener razones para vivir. 
En definitiva, conocer lo esencial de la vida, disfrutar y participar con ilusión, iluminados por su belleza.
Todo empieza en el útero materno...El modo en que el bebé se desarrolla en el útero le afecta durante toda la vida, por ello son sumamente importantes la salud, alimentación y emociones de la madre. Es necesario sembrar bienestar y tranquilidad, ya que hay estudios que dicen que si la embarazada sufre estrés el niño también lo sufre. Son muchos los profesionales y expertos que están de acuerdo en que los niveles de ansiedad de la mujer embarazada afectan la vida del bebé y su futuro.  

En su hogar (placenta) el bebé recibe todo lo que necesita para vivir y con ello también el cortisol (hormona causante del estrés y que te prepara ante los peligros) y ello posiblemente tenga consecuencias en sus niveles de inteligencia, hiperactividad, y desarrollo cerebral.
El desarrollo del cerebro del bebé también tiene que ver con su comportamiento.

Después, al nacer, la calidad de vida depende de todo ello y de factores ambientales.
Nacemos desnudos por dentro y por fuera. Traemos “de serie” respuestas innatas. Y  el medio que nos rodea es como nuestra madre. El contexto nos va moldeando y las emociones y la salud siguen relacionadas. 


Desde la cuna pasamos a la escuela, donde la educación debe apuntar al corazón
Necesitaremos pues, un paraguas que nos proteja y nos sirva se sonrisa, como podría ser el denominado "ASE" o aprendizaje social y emocional. Un conjunto de aprendizajes de conocimientos, actitudes y competencias (no cognitivas) que nos ayudarán a ser y formar ante todo buenas personas.
El ASE de define como "Un proceso a través del cual aprendemos a conocer y manejar las emociones, a cuidar de los demás, a tomar buenas decisiones, a comportarnos de forma ética y responsable, a desarrollar relaciones positivas, y a evitar comportamientos negativos" (Zins et al.,2004).
De la curiosidad nace el primer conocimiento del niño de forma consciente y a través del juego podemos fomentar su curiosidad y que investigue sin pedírselo. Emociones, recompensas y placer son el tobogán para viajar en esta aventura.
El juego es el disfraz del aprendizaje para conseguir unos objetivos e ir moldeando su cerebro.

El cerebro del niño es como una esponja llena de conexiones (dendritas) que se van enmarañando, conectando y formando nuevas ramas. El entorno es el adhesivo para esas uniones. El sueño es otra pieza de este puzzle que le ayuda a reparar y forjar los aprendizajes.

Un estilo de vida saludable es el escenario perfecto para unir todos los elementos y representar una gran función llena de colores vivos e historias entrañables. Si a todos esos ingredientes añadimos un poquito de ejercicio físico, en el futuro nuestra despensa de neuronas (reserva cognitiva) será más rica y saludable.

A través de la neuroeducación, conocemos el cerebro y sabemos cómo enseñar a aprender mejor, y con un entrenamiento adecuado tendremos la fórmula perfecta para hacer el cóctel de la felicidad que incluye bienestar, formación y diversión, para una adecuada alfabetización y maduración cerebral de nuestros niños  emocionalmente. Una inversión a largo plazo en la que debemos ofrecerles experiencias y oportunidades y cuantas más mejor.

Las emociones son el motor que todos llevamos dentro. Nos empujan a vivir e interaccionar con el mundo. Un entramado de circuitos cerebrales activos, abiertos a estímulos para sobrevivir, que se hacen conscientes a través de los sentimientos.
Entre sus funciones están:

  • Acercarnos al placer o alejarnos de lo  dañino
  • Encontrar respuestas adecuadas ante los estímulo recibidos
  • Estar alerta y avisar al organismo para activar sus sistemas
  • Crear curiosidad, interés y seguridad
  • Ser el lenguaje universal de toda la sociedad
  • Es como el baúl de los recuerdos donde habita nuestra memoria
  • El colchón donde descansan las funciones del cerebro (razonamiento y toma de decisiones)
El contexto familiar y escolar y los medios de comunicación son fundamentales  para desarrollar la competencia emocional.
Los docentes tienen en sus manos herramientas para mejorar nuestro aprendizaje social y emocional y ha de hacerse desde la infancia. Ponerlo en práctica desde las aulas y también desde los hogares, como promoción y prevención de la salud infantil.
Hacer uso de estrategias y del entorno que favorezcan su puesta en práctica de forma transversal en todas las áreas y no como una asignatura, sino como una forma de vivir.
Las primeras bases del aprendizaje y la relación se forman a edad temprana, y a través de programas de inteligencia emocional se podrían trabajar las emociones de forma constante y dinámica para llamar a los sentimientos por su nombre y poco a poco conocernos a nosotros mismos y comprender a los demás.
La primera tarea consiste en conocernos a nosotros mismos para poder ayudar a los otros.

Los generadores de impronta (padres, docente y personas con relación de apego con el niño), o dicho de otra manera  “personas que le dejan huella” son su espejo para poner nombre a las emociones  y han de predicar con el ejemplo.

En especial, los docentes han de ser un modelo a seguir desde el respeto y la cordialidad, que contagie a sus alumnos y fomente la libre expresión de emociones y sentimientos al mundo. Han de tomar conciencia de la importancia de este tema y formarse para educar las emociones. Sensibilidad, implicación, entusiasmo y puesta en marcha de una cultura escolar que acabe siendo cultura social generalizando los aprendizajes en la escuela de la vida.


Utilizar una metodología basada en los intereses, inquietides, experiencias y vivencias de los alumnos, consiguiendo así su predisposición y motivación de cara a aprender.  Fomentar una comunicación abierta, flexible y expontánea. Crear un clima agradable en el que la  confianza y la seguridad sean las mejores compañeras de juego. Hacerles ver que el cuerpo y las expresiones también hablan. Enseñar a pensar y sentir en positivo, cuidarse, comunicarse, escuchar e interpretar señales "ponernos en los zapatos del otro y entender su punto de vista"  (neuronas espejo).
Gestionar las emociones básicas y educar en valores deberían estar  por encima de los contenidos académicos.
Formar a los niños teniendo en cuenta como competencia básica de la vida, la conciencia y regulación de las emociones. Enseñar a conocer las emociones propias y ajenas, y poder regularlas (empatía).
En la escuela se deberían trabajar áreas o asignaturas como son el tiempo libre, afecto, contacto corporal, amor, cantar, bailar, confianza, seguridad, risas, llanto, alegría, tristeza...y que en nuestro particular hogar la música sea la antesala que invite a la calma y la positividad. 


Algunos se preguntarán...pero ¿cómo se puede llevar a cabo en la escuela algo que no se puede medir?
Hay centros educativos que ya imparten programas de educación emocional y se basan en las siguientes  competencias sociales y emocionales:

  • Autoconciencia
  • Autocontrol
  • Conciencia social
  • Habilidades de relación
  • Toma de decisiones responsable
Involucran a los niños de forma activa y están rodeados de un entorno del que todos forman una especial comunidad de aprendizaje y están implicados.
Se pueden llevar a cabo a través de intervenciones escolares, extraescolares y con talleres de educación emocional de padres, dada la importancia de la relación familia-escuela para el desarrollo integral del niño.
Fomentar que los ambientes socializadores en los que se desenvuelve el niño sean ricos en experiencias que le hagan sentirse bien y expresar libremente sus sentimientos. Entrenarlos para encontrar un equilibrio interior y que tengan la sensación de que realmente la vida tiene sentido.

Soy consciente de que todo esto parecerá una utopía, pero ya está funcionando en muchos centros y es de las pequeñas cosas que no cuestan dinero y está en nuestras manos hacerlo realidad.

Muy señores mios, tengamos la buena voluntad de hacer niños felices!!!





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